Autor: Maria Eduarda Ardinghi Brollo
Traducción de Eduardo Camargo Olyntho de Arruda
“La calle era para ellos solo una alineación de fachadas por donde se camina en los pueblos. Bien, la calle es más que eso, la calle es un factor en la vida de las ciudades, ¡la calle tiene alma! ... (Rio, João do, 1908, p. 2)”.
Tema central de los estudios sobre sostenibilidad, la discusión sobre las llamadas ciudades resilientes y sostenibles se presenta como compleja y diversa. El Objetivo de Desarrollo Sostenible de nº 11 (“Lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles”) de la Agenda 2020 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas enumera 11 subtemas sobre este objetivo y, curiosamente, en ninguno de ellos ni se menciona la palabra “calle”. ¿Y por que debería?
Hasta 1961 (o sea, mucho antes de pensarmos en la relación entre sostenibilidad ambiental y calidad de vida urbana), con la publicación de la primera edición de “The Death and Life of Great American Cities” (traducido en Brasil como: “Morte e Vida das Grandes Cidades”) por la activista Jane Jacobs, es que la calle y las aceras se han situado como factores determinantes de la calidad de vida urbana.
La autora, de hecho, señala con acierto que la tradición del planeamento urbano ortodoxo (generador de una serie de problemas de los que nos ocupamos, como la falta de seguridad o de viviendas de calidad) nace de la negación de la calle como la naturaleza más básica de las grandes ciudades, que hoy constituyen el entorno donde la mayoría de la población mundial vive.
El impacto de la industrialización en el crecimiento repentino de las metrópolis del mundo hizo de la ciudad un espacio “caótico”. Es este “caos” que los planificadores evitan y tratan de mitigar lo que, por encima de todo, constituye la identidad del espacio urbano. Las grandes ciudades de las que se ocupa Jacobs (Como Nueva York, Chicago o Baltimore) no son, por tanto, una mera traslación populista de la vida en pequeñas ciudades y suburbios.
La Ciudad - Jardín, como siendo una de las tres grandes teorías pioneras del pensamiento urbanista ortodoxo, fue proyectada por Ebezener Howard en 1898 en Alemania y traducida por muchos como Lewis Mumford en Estados Unidos en los años veinte, y pretendía romper la densidad del espacio urbano para hacer de la naturaleza el elemento principal de la ciudad. Desde la perspectiva de la Ciudad - Jardín, el entorno urbano solo funciona si está delimitado para un número determinado de personas y debe ante todo favorecer el rescate de la estética de la naturaleza en estado “puro”. En este sentido, Jacobs observa:
Las ideas de Howard y Geddes fueron adoptadas con entusiasmo en Estados Unidos durante los años veinte y ampliadas por un grupo de personas extremadamente eficientes y dedicadas, entre ellas Lewis Mumford, Clarence Stein, el difunto Henry Wright y Catherine Bauer. Aunque se definían a sí mismos como planificadores regionales, más recientemente Catherine Bauer denominó a este grupo los "descentralizadores", un nombre más adecuado, ya que el resultado inmediato de la planificación regional, según su visión, debería ser descentralizar las grandes ciudades, reducir su tamaño y dispersar las empresas y la población en ciudades más pequeñas y separadas. (JACOBS, 2011, p. 24)
De la misma manera, también atenta contra la viabilidad socioeconómico y la salud de un espacio urbano o metropolitano la propuesta de la City Beautiful presentada en el Columbian Exposition of Chicago en 1893 y la utópica Ville-Radieuse de Le Corbusier en 1930. La City Beautiful, de la misma manera que la Ciudad Jardín, pretendía una planificación basada en la estética “anti-caótica”, inspirada en la tradición del pensamiento estético y lógico-racional ocidental de “reflexión en las formas”. La City Beautiful elegía por el encapsulamiento de la interacción social en grandes obras arquitetctónicas como edificios públicos y Centros Cívicos, construidos con influencias de la arquitectura de bulevar y referencias a los opulentos edificios de la Antiguedad Clásica y el Barroco.
En posición estética diferente, el proyecto de Le Corbusier abrazó la verticalización, pero no se diferenciaba de la Ciudad Jardín y de la City Beautiful en su negación de las aceras y calles. Para este arquitecto francés, la población se organizaría en grandes edificios que optimizarían el uso del suelo y estarían rodeados radialmente de parques y naturaleza, de modo que la circulación peatonal quedaría reservada a estos espacios. Ya la circulación de vehículos, pretendía trasladarla al subsuelo y a vías rápidas y verticales sin cruces. Pero la Ville Radieuse no sólo tenía una finalidad arquitectónica, sino también social:
Le Corbusier no sólo proyectaba un entorno físico, sino también una utopía social. La utopía de Le Corbusier era una condición de lo que él llamaba máxima libertad individual, con lo que aparentemente no se refería a la libertad de hacer cualquier cosa, sino a la libertad de la responsabilidad cotidiana. En su Ville Radieuse, supuestamente ya nadie estaría obligado a mantener a su hermano. Nadie tendría que preocuparse de sus propios planes. Nadie estaría retenido (ibíd., p.25).
Es en este punto donde Jacobs demuestra que las propuestas decisivas sobre urbanismo que han construido el pensamiento urbano ortodoxo son erróneas porque elevan valores socio-organizativos ajenos a la experiencia de las grandes ciudades.
De la misma manera, la lógica del flujo de capitales y de la especulación inmobiliaria sigue este principio: basándose en lo que propone la organización "Ciudad Jardín Beautiful Radieuse", bancos, constructoras y agentes inmobiliarios invierten en la revitalización de barrios considerados "caóticos", "mal planificados", expulsando, por regla general, a la población de rentas bajas allí presente y atrayendo a nuevos residentes de rentas medias y altas que vienen a vivir bajo las reglas arquitectónicas y urbanísticas del pensamiento ortodoxo.
Dado que este plexo de valores, al excluir y luchar contra la naturaleza esencial de las ciudades, está condenado al fracaso, permitiendo un aumento de la falta de seguridad tan fundamental en la vida en sociedades urbanas, el nuevo grupo de residentes del barrio revitalizado permanece poco tiempo viviendo en el espacio y luego lo abandona, debido a la “criminalidad en las calles”. Entonces, la inversión pierde su rentabilidad y el interés privado busca un nuevo barrio para revitalizar. Mientras eso, el gobierno adapta el, ahora, revitalizado y abandonado barrio “peligroso” para acoger, de nuevo, poblaciones de baja renta, creando urbanizaciones que también se construyen siguiendo la lógica de la “Ciudad-Jardín Beautiful Radieuse”. El barrio, así, cierra el ciclo que lo llevó al fracaso desde el punto de vista social y de la vivienda.
La inversión en revitalizaciones hace que parezca que no se ha utilizado el capital para mejorar el espacio urbano, lo que, según Jacobs, es casi un mito: "Existe el mito nostálgico de que bastaría con que tuviéramos suficiente dinero" (Jacobs, 2011, p. 14). La verdadera cuestión es que ese capital está tan mal aplicado por los inversores privados y, sobre todo, por los poderes públicos que mina la propia posibilidad de rentabilidad de los espacios y acaba, como los coches, contribuyendo a la pésima calidad de vida que ofrecen algunos barrios y ciudades.
Ante la constatación de que el pensamiento urbanístico ortodoxo es inadecuado para una planificación rápida de los espacios urbanos, Jane Jacobs, propone soluciones basadas en la observación de experiencias exitosas. Desde este caleidoscopio de experiencias, la autora señala el punto catalizador de la planificación urbana:
Bajo el aparente desorden de la ciudad tradicional existe, en los lugares donde funciona bien, un orden sorprendente que garantiza el mantenimiento de la seguridad y la libertad. Es un orden complejo. Su esencia es la complejidad del uso de las aceras, que conlleva una sucesión permanente de miradas. Este orden está hecho de movimiento y cambio, y aunque es vida, no arte, podemos llamarlo, en fantasía, la forma artística de la ciudad y compararlo con la danza - no una danza mecánica, con los figurantes levantando las piernas al mismo tiempo, girando en sincronía, haciendo reverencias juntos, sino un ballet complejo, en el que cada individuo y los grupos tienen todos papeles diferentes, que milagrosamente se refuerzan mutuamente y forman un todo ordenado. El ballet del buen pavimento urbano nunca se repite en ningún otro lugar, y en todas partes está siempre lleno de nuevas improvisaciones. (Ibidem, p.22)
A pesar de lo que la autora propuso en los años 60, la industrialización tardía en muchos países del Sur Global y las nuevas formas de globalización aún se sostienen en el urbanismo occidental, estético y lógico-racional de la “Ciudad Jardin Beautiful Rradieuse”. De forma aún más agravante, las actuales teorías sobre la aplicación de tecnologías en entornos urbanos, aquellas que se relacionan con la producción de Desarrollo Sostenible a través de espacios urbanos más resilientes, no solo se adecuan al pensamiento urbanístico (anacrónico) ortodoxo, pero refuerzan, en un cambio de “ peras con manzanas” entre tecnología y sostenibilidad.
De esta forma, se entiende que planificación urbana, en el pasado, pero sobre todo en el presente, debe siempre utilizar de sus herramientas para promover un espacio que sea funcional para la estructuración de las relaciones sociales y ambientales, siendo esta la mejor forma de promover la permanencia de un espacio organizado, orgánico, sensible y, por tanto, inteligente, que sea interesante a la inversión privada, al interés público y a la utilización sostenible por la población urbana que lo protege y que, por él, debe ser protegida.
Referencias
JACOBS, Jane. Morte e Vida das Grandes Cidades. 3. ed. São Paulo: WMF Martins Fontes, 2011.
OBJDIGITAL.BN.BR/. A alma encantadora das ruas. Disponível em: http://objdigital.bn.br/Acervo_Digital/livros_eletronicos/alma_encantadora_das_ruas.pdf. Acesso em: 8 de maio de 2020
ORGANIZAÇÃO DAS NAÇÕES UNIDAS. Agenda 2030 para o Desenvolvimento
Sustentável. Disponível em: <https://nacoesunidas.org/pos2015/ agenda2030/>.
Acesso em: 13 de março de 2022.
LEFEBVRE, Henri. O Direito à Cidade. Tradução Rubens Eduardo Frias. São
Paulo: Centauro, 2001.
GEHL, Jan. Cidades para Pessoas. Tradução Anita Di Marco. 2. Ed. São Paulo:
Perspecitva, 2013.
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